Capítulo 3


Cuando Zoey acabó de hablar, hubo unos minutos de silencio, como si ninguno de los dos tuviera nada que decir. Fue Richard el que lo hizo primero:

- Lo siento mucho, Zoey, de verdad, yo... No quería hacerte sentir así.
- No importa. Llevo meses sin hablar con nadie, Richard. Y la verdad es que sentía que necesitaba contárselo a alguien. Alguien en quien confiara.
- Ven.
- ¿Qué?-preguntó Zoey-.
- Quiero que me acompañes. Y con los ojos cerrados. Tengo algo que enseñarte.


- Espero que no sea ningún intento de insinuación-decía Zoey, mientras Richard la guiaba por un camino por ella desconocido-, porque te advierto que soy cinturón negro de kárate y...
- Ya está. Ya hemos llegado. Puedes abrir los ojos.

En cuanto lo hizo, Zoey tuvo la sensación de que estaba como en una nube. Una suave brisa la acariciaba, la hermosa vista de los pocos rayos de sol que todavía se apreciaban dibujaban unas extrañas aunque bonitas formas en el cielo, pintadas éstas con colores no menos extraños. Allí arriba, incluso se te olvidaba que el mundo entero se había ido a la mierda. Era como una especie de oasis donde todo era felicidad.

- Es... es maravilloso.
- ¿Te gusta, entonces?
- ¿Que si me gusta? ¿Estás de broma? Ni siquiera recuerdo la última vez que vi algo tan bonito.
- Bueno, pensaba que una puesta de sol es de esas cosas tan buenas en la vida, que casi nunca te fijas en ella y..., y bueno, mucho menos cuando te pasas el día entero huyendo de zombis hambrientos.
- Ya bueno, pero aunque lo hubiera hecho... Seguro que no habría sido ni la mitad de bonito.
- ¿Sin esta lujosa terraza en el centro de Los Ángeles?
- Sin ti.

Zoey se acercó más a Richard, y ambos acercaron sus caras, casi como si fueran a besarse. Casi. Pero Zoey se echó atrás en el último instante.

- Lo siento, Richard. Pero no puedo. De verdad que me gustaría, pero es que la simple posibilidad de perder de nuevo a alguien a quien amo... No estoy preparada para un sentimiento así, Richard. No ahora. Puede que en unos días...
- Sí, claro, no te preocupes. Y si no..., bueno, tampoco pasa nada.
- Eh, Richard, escúchame. Hace sólo un día que te conozco y hay una cosa que tengo clara, aunque te vaya a parecer de lo más extraño, pero... te quiero.
- Y yo a ti.
- Sólo te estoy pidiendo unos días para acostumbrarme, nada más. ¿Lo entiendes, verdad?
- Claro.

Tras aquella conversación, ambos volvieron a su tranquila y acogedora habitación en la planta 19.



                                                      

Estaban ya de vuelta en la habitación, cuando a Zoey se le ocurrió una idea para mejorar algo la noche después de lo de la terraza.

- ¿Qué tal si vemos algo de House?
- ¿En serio? ¿Te apetece?
- ¡Claro! Me enganché a ella hará un par de años, y desde entonces es mi favorita. Pero no he podido volver a ver nada desde... bueno, ya sabes.
- Ya. Bueno, en realidad, sólo he visto las primeras cinco temporadas. El día anterior al que llegaste me cogí prestada la sexta del videoclub de la esquina.
- Pues yo me he visto todos los episodios, hasta la temporada siete. Todos los que les dio tiempo a rodar... bueno, antes de que todo esto pasara.
- Oí hablar de ella hace unos años, pero nunca me llamó la atención. Bastaron unos pocos días de aburrimiento para que empezara a viciarme.
- ¿Verdad que es genial? A ver, no creo que podamos vernos las quince horas de la temporada en una noche, pero podemos ver los dos primeros episodios.
- ¡Me apunto! Y para mejorarlo un poco más...-dijo Richard mientras se dirigía a la cocina de la habitación, tras lo cual volvió en unos segundos con algo de la nevera-.¿Refrescos?-preguntó, sonriendo-. No sé si estarán caducados, no me he fijado...
- ¿Bromeas? Me muero por una de esas Coca-Colas. Me da igual si son de la edad de piedra.

Dicho esto, Richard le lanzó un bote a Zoey, quien lo cogió al vuelo. Encendió la tele y puso el DVD. En unos pocos instantes pudieron oír la tan familiar banda sonora de la serie HOUSE M.D. En cuanto apareció el menú, Richard le dio al "play" del primer episodio, y fue corriendo a sentarse en el sillón, junto a Zoey.

A pesar de la incómoda situación que hacía poco habían vivido,ambos se sentaron juntos. Richard apoyó su cabeza en el respaldo del sillón, y Zoey apoyó su cabeza en el hombro derecho de Richard. Sin duda enormemente felices por estar allí, ambos se relajaron y se dispusieron a ver juntos las historietas que Gregory House, uno de los Medical Doctors más queridos (y al mismo tiempo odiados, aunque de una forma cariñosa) montaba en cada escena de cada episodio en el ya más que conocido Princeton Plainsboro.

                           

Así que allí estaban, ambos tumbados en el sofá viendo ya el quinto episodio de House. Cuando éste terminó, Zoey comenzó a hablar.

- Richard... Hay algo que quisiera decirte.
- ¿Si?
- El verdadero motivo por el que estoy aquí, en Los Ángeles. Oí unas emisiones de radio hace algunos días, y las seguí hasta aquí.
- ¿Cómo? Pero, entonces...
- Dejé de escuchar las señales, hasta esta mañana cuando las he oído de nuevo, y he escuchado algo...algo acerca de Vancouver, y una ciudad entera de supervivientes.
- ¿Y cómo lo sabes seguro? Quiero decir, podría tratarse de una falsa emisión, o...
- O también podría ser una emisión de gente como nosotros, Richard, gente que ha sobrevivido y ha encontrado un lugar seguro donde vivir. Y te lo he dicho porque pensaba que querrías venir conmigo.
- Pero es que... Zoey, estoy muy bien aquí, y Vancouver está muy lejos. No me arriesgaré a dejar todo esto y...
- ¿Y qué? Por Dios, si llevas aquí encerrado tres meses. No niego que lo que tienes aquí montado sea una pasada, pero creo que estaríamos bastante mejor en un sitio donde pudiéramos salir a la calle sin necesidad de ir armados hasta los dientes.
- Si quieres hacerlo, hazlo. Pero yo no puedo, yo... yo me quedo. Lo siento.
- Y yo que pensaba que eras valiente y todo...

Dicho esto, Zoey se marchó de la habitación, al cuarto donde ese mismo día había despertado por la mañana. Se tumbó, prácticamente dejándose caer, sin más. Realmente estaba agotada, y el contacto con su cuerpo de aquella mullida cama la alivió enormemente.

Y se durmió, pero despertó al cabo de un par de horas. No podía dormirse, y fue entonces cuando, curioseando, encontró el diario de Richard. Y decidió escribir en él. Cuando ya llevaba un par de horas haciéndolo, oyó unos pasos que se dirigían hacia ella. Richard se había despertado.

- Oye, Zoey, ¿por casualidad no habrás visto mi...?

Pero Zoey no tuvo tiempo de esconderlo.

- No me lo puedo creer.
- Ehm..., yo...
- ¿Cómo se te ha ocurrido? ¿Es que acaso no sabes lo que significa un diario privado?
- Que conste que lo de privado no lo ponía en ninguna parte.
- ¡Porque se sobreentiende! -dijo Richard, gritando, mientras cogía el diario-. Espera un momento... esto..., esto.... ¡Has escrito!
- Sí, ¿qué pasa? No podía dormirme, y como tú estabas dormido, no pensé que fuera a...
- ¿Importarme? Pues sí, me importa, y mucho.
- Richard, ¿no te parece que estás exagerando un poco? Vamos, mírate. Tampoco es para tanto. Si tan mal te sienta, no lo volveré a hacer y ya está.
- Más te vale.

Zoey apartó la mirada de Richard,le dio la espalda y caminó hacia la ventana, para admirar las hermosas vistas que, aún en medio de un apocalipsis zombi, dominaban los cielos de Los Ángeles. Porque no tenía ganas de seguir con aquella conversación.

Richard salió de la habitación, sin duda cabreado. Pero Zoey lo ignoró. Por lo menos hasta que vio aquellas luces azuladas, filtrándose por las rendijas de las persianas. Aterrada, comprendió lo que iba a ocurrir tan sólo un par de segundos antes. La habían encontrado.

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