Capítulo 9


- ¿¿¿¡¡¡Milla Jovovich???!!!-repetí, para asegurarme de que se me había escuchado.
- En efecto, esa soy yo-dijo, aunque algo asustada por mi al parecer demasiado exagerada reacción-.
- ¡No me lo puedo creer!Soy tu mayor fan, me he visto todas tus películas y me encantan. Bueno-dije, recapacitando-. Excepto "Zoolander",aquella no me gustó tanto. Pero el resto de tus películas son auténticas obras de arte, en serio.
- Vaya, gracias-dijo Milla-. La verdad es que hacía tiempo que no me sentía tan alagada.
- Bueno, a lo que vamos-empezó a hablar Zoey-. ¿Que haces tú aquí? Quiero decir, en Vancouver y salvándonos de unos voraces zombis disparando con la metralleta de un helicóptero que ha aparecido de la nada.
- Es una larga historia, ehm...
- Zoey, mi nombre es Zoey. El del fan loco Richard y el niño Justin.
- ¡Yo no soy un niñ...!-se oyó a Justin, justo antes de que yo le impidiera seguir hablando-.
- Es una larga historia, Zoey. Será mejor que os lo cuente por el camino. Subid al helicóptero.
- Espera, ¿de camino a donde?-preguntó Zoey.
- A la Harbour Centre Tower de Vancouver.

Así que subimos al helicóptero sin hacer más preguntas. Conforme el aparato se elevaba pude observar, no muy lejos, la Isla de Vancouver.

La había visto alguna vez en fotos y con el "Street View", pero había cambiado algo desde entonces. De hecho, si comparamos Los Ángeles con Vancouver, mi lugar de procedencia estaba intacto.

Conforme nos íbamos acercando, pude ver que la mitad de los edificios se encontraban medio derruidos y en llamas. En medio de Burrard Street, una de las principales calles en plena Downtown, se encontraba estrellado un enorme avión de pasajeros, el cual parecía haberse llevado por delante medio "Hotel Vancouver". Y eso por no hablar de las docenas de incendios que ardían por toda la ciudad. En pocas palabras: un desastre.

Me pregunté por qué estaba la ciudad como diez veces más en ruinas que Los Ángeles.

Algo asustado, vi como a sólo unas docenas de metros por debajo de nosotros miles, sino millones de muertos vivientes vagaban por las calles, en un eterno e insaciable deseo de comer carne fresca.

- Ya estamos-dijo Milla-. 

En efecto, en unos pocos instantes aterrizamos en el ático uno de los únicos edificios intactos que quedaban en la ciudad: la Harbour Centre Tower. Milla apagó el motor y se bajó del aparato, haciéndonos una señal para que hiciéramos lo mismo.

Entramos por una puerta, y la seguimos escaleras abajo hasta que abrió otra. Pasamos detrás de Milla, y descubrimos que estábamos en el mirador de la torre. El lugar estaba desierto, con polvo por todas partes y nadie más por allí.

- Bienvenidos a mi humilde morada-nos dijo-.El mirador de la Harbour Centre Tower.

Milla nos ofreció comida y agua. Nos sentamos en el suelo, de cara al mirador, y entonces empezó a contarnos su historia.

- Hace unos tres meses, vine aquí de vacaciones con mi marido y mi hija. En cuanto llegó la epidemia buscamos un sitio donde ocultarnos y nos unimos a un pequeño grupo de supervivientes, encerrándonos posteriormente en la torre, ya cerrada hacía tiempo.

Pero a las pocas semanas empezamos a oír como unas transmisiones, de origen desconocido, que hablaban sobre una ciudad de supervivientes, o algo por el estilo. Intentamos averiguar su procedencia, pero nos fue imposible.

- Espera un momento-dijo Zoey-. ¿No es aquí?
- ¿El qué?-preguntó Milla, extrañada-.
- También oí esas transmisiones, pero en mi caso me guiaban a Vancouver. Decían que la ciudad de supervivientes estaba aquí.
- Pues siento decepcionarte Zoey, pero ahora mismo los únicos supervivientes en toda la ciudad nos encontramos en la Harbour Centre Tower. No hay nadie más.
- ¿Pero no dijiste que te uniste junto con tu marido y tu hija a un grupo de supervivientes?-dije-. ¿Dónde están todos entonces?
- Los secuestraron-dijo, entristecida-, hace hoy dieciséis días. Se los llevaron a todos, y por alguna razón que todavía desconozco me dejaron aquí.Me dejaron inconsciente. Lo último que recuerdo son unos haces de luz azul, y para cuando recuperé el conocimiento tan solo quedaba yo.

- ¿Qué?-dijo Zoey-. ¿Unos haces de luz azules?
- Eso he dicho.¿Por qué?
- Porque entonces existe una alta probabilidad de que sean los mismos soldados que nos atacaron a Richard y a mí, cuando estábamos en Los Ángeles, hace sólo unos días.

Milla hizo una mueca de extrañeza, y no era para menos. ¿Acaso tenía ella también algún tipo de relación con lo soldados, o con Zoey?

Desde la torre podíamos contemplar prácticamente toda la ciudad, y el puerto a pocas calles de allí.

- ¿Y cómo...?-pregunté, por curiosidad-.¿Cómo sabías que estábamos en peligro? ¿Y más importante, desde cuando sabes pilotar helicópteros y disparar ametralladoras?
- Todos los días hago un pequeño recorrido por los alrededores de la ciudad. Esta mañana oí jaleo a la altura de la frontera, y supuse que los zombis habían dado con algo vivo. Y lo del helicóptero... Bueno, dejémoslo en una especie de hobby-dijo, sonriendo-.

Pero al poco tiempo la tristeza volvió a su rostro.

Milla nos enseñó un mapa donde, en tiempos atrás, lo visitantes de Vancouver pegaban pegatinas rojas en sus respectivos lugares de procedencia.

- Los encontraremos, Milla-dije, agarrándola por el brazo-. Encontraremos a tu marido y a tu hija, te lo prometo.

Ella se giró.

- No es tan fácil ¿Qué piensas que llevo intentando los últimos dieciséis días, ehm...?
- Richard.
- Desconozco a dónde se los llevaron,Richard-dijo, casi sollozando.Y es que ni siquiera tengo por donde empezar.
- Tal vez pueda cambiar eso.

Los tres me miraron estupefactos.

- ¿Tienes algún aparato para captar transmisiones?-le pregunté-.
- La radio que utilizamos para intentar escucharlas,pero no creo que consigas nada. Ninguno de nosotros lo consiguió.
- No puede ser tan difícil-dije, mientras cogía la radio que Milla me dio-. 

"Aquí Aracdia. Emitiendo desde sssss Norte sssss Oeste. Buscando supervivientes ssssssss. Aquí estáis a salvo, no hay infección sssss".

- Suena a todas horas, pero no se llega a escuchar bien. Está rota.
- Te sorprendería lo sencilla que es una radio por dentro. Un vistazo por dentro y seguro que podré arreglarla.
- De acuerdo, aunque yo no me haría ilusiones. Tuvimos incluso técnicos y...
- Hecho.
- ¿Qué? ¿En serio?
- Es una especie de superdotado, Milla. De esos que saben de todo-aclaró Zoey.
- Vaya, que oportuno-dijo Milla-.
- Ahora podremos escucharlo bien-dije-.

"Aquí Aracdia. Emitiendo desde las coordenadas 39º 31' 41.30'' Norte, 72º 07' 44.22'' Oeste. Buscando supervivientes. Aquí estáis a salvo, no hay infección, tenemos alimentos y cobijo para daros. Os estamos esperando".

Nos quedamos todos pensativos, aunque en realidad yo estaba calculando el origen de la emisión.

- Se encuentra a unos doscientos kilómetros al este de Nueva York, en el Océano Atlántico.
- ¿Lo ves?-dijo Zoey-. Como una enciclopedia andante. O Google.
- ¿Pero no dijiste que escuchaste en las transmisiones que la ciudad de supervivientes estaba aquí?-preguntó Justin-.
- Sí, lo hice, Justin. Pero sin embargo no existe tal ciudad. Tú mismo lo has visto.
- ¿Y qué hacemos entonces?-dijo Justin-. ¿Nos vamos de fiesta a la gran manzana?
- En efecto, dije yo-mañana al alba partiremos-. Esta noche necesitamos descansar.

Milla asintió y nos enseñó un sitio propicio para dormir. Aunque antes jugamos alguna que otra partida al Risk. ¿Qué? ¿Acaso os parece raro? Si supierais la cantidad de cosas que la gente se deja por ahí...

- Ataco desde África del Norte a Europa Occidental-dijo Zoey-. 
- Los íberos no caeremos tan fácilmente, moriremos luchand...-dijo Justin, sin terminar la frase cuando se dio cuenta de que había sacado la puntuación más baja posible-.
- Y con esto consigo mi objetivo-dijo-. Destruir al ejército verde, es decir al de Justin. Gano la partida.

Recogimos el juego y nos dispusimos a dormir. Milla bajó las persianas del mirador, y me acurruqué en uno de los sofás que había allí, haciéndome el dormido. Sin saber que todavía podía oírles, Zoey y Milla comenzaron a hablar.

- Y ese chico, Richard, y tú, ¿sois...?-preguntó Milla-.
- Estamos en ello. Lo intentamos, pero siempre hay algo que nos lo impide.
- Si hay algo que nunca sobra en esta vida, Zoey,es el tiempo. Sea por un accidente, un asesinato, un ataque alienígena o zombis, la gente siempre termina muriendo, y con frecuencia antes de lo que cree.
- ¿Y qué quieres decir con eso?
- Carpe diem. Aprovecha el tiempo, y sed felices mientras podáis. Además-añadió sonriendo-, se nota que os gustáis.

Pude ver por el rabillo del ojo que Zoey se había sonrojado.

- ¿Debería hacerlo ahora?-preguntó Zoey-.
- Sí, si es lo que te dice tu corazón.
- Quiero hacerlo, aunque Richard está dormido y no quisiera desper...
- Richard no está durmiendo, Zoey-me delató Milla-. Tan sólo se hace el dormido.

Milla, esa matazombis traidora levantó las persianas de nuevo para que pudiéramos ver los últimos rayos de sol iluminando las ruinas meses atrás conocidas como "Vancouver".

Zoey se acercó a mí, y yo me levanté, avergonzado. Pensaba que quizás se habría enfadado, pero una sonrisa en su rostro me permitió adivinar lo contrario.

- Zoey, yo...
- No, escucha. Richard, te quiero, y quiero que tú y yo estemos juntos. 

Un sonoro "¡¡Harry, los dementores!!" de Justin, que hablaba en sueños, nos distrajo durante unos segundos.

- Zoey, yo también te quiero-confesé-. Y quiero estar a tu lado. Y lo de la otra noche, en la azotea del hotel...
- Sustituyámoslo por este otro momento, ¿te parece?

Acercó su cara a la mía, y yo acerqué la mía a la suya. Nuestros labios estaban a punto de tocarse, incluso podía respirar su aliento.

Y entonces ocurrió. Me sentí ingrávido. En el instante en que nuestros labios se tocaron, sentí como si el mundo entero se hubiera detenido a nuestro alrededor. Fue increíble. Nos besamos durante unos instantes, y cuando separamos nuestros labios yo le dije "Te quiero". Y ella me dijo lo mismo.

- Caray-dijo Milla-. No está nada mal. Hasta parece que lo hayáis estado practicando y todo.

Zoey y yo nos reímos, y volvimos a besarnos suavemente.

Nos dormimos el uno junto al otro, abrazados. Llegado un momento me desperté, y decidí que me apetecía escribir en mi diario.



                           

Martes, 2 de agosto

Querido diario:

No puedo ni empezar a explicar la sensación que tuve en el instante en que los labios de Richard tocaron los míos.

Hace sólo unos meses, jamás habría imaginado que podría enamorarme tan pronto, y menos de alguien como él. No me malinterpretéis, simplemente es que mi grupo de amistades siempre fue bastante cerrado y nunca fui lo suficientemente valiente como para separarme de él, y ello me habría impedido, en circunstancias normales, conocer a alguien como Richard.

Pero las circunstancias normales murieron al igual que mi familia, y otros cientos de millones de familias por culpa de ese asqueroso y mortal virus.

No creo en el destino, y dudo que alguna vez lo haga. Pero al ver a Richard... Todo cambia.

Me he maldecido una y otra vez, revivido aquel momento cada segundo, martirizándome a diario por no estar con mi familia cuando me necesitaban. Y aquella fatídica situación es la que me llevó a conocer a Richard, algo que jamás habría ocurrido de no ser por ella.

Puede parecer una tontería, pero hubo momentos en los que ni siquiera tenía ganas de seguir adelante. Incluso llegué a pensar que lo mejor sería... No sé, rendirme, o algo por el estilo.

Y entonces apareció Richard. Inexplicablemente, me enamoré de él en apenas un día. Fui una tonta al rechazarle en la azotea la otra noche, pero cuando nos besamos por primera vez... Sentí que volaba.

La muerte de mi familia me llevó de viaje por medio país, buscando unas interferencias que resultaron ser erróneas pero que, curiosamente, me llevaron a conocer al chico del que ahora estoy enamorada. Y eso que el amor nunca había sido una de mis prioridades.

Me dormí abrazada junto a Richard, y me desperté al cabo de unas horas, con los primeros rayos de sol.

Él seguía junto a mí. Sonreí, lo besé en la mejilla suavemente y me levanté. Vi que Milla ya se había levantado, y me pregunté, mientras me dirigía hacia ella , si realmente habría llegado a dormirse.

- ¿Sabes?-me dijo-. Hay algo en lo que aún no me había fijado, y es que llevo meses sin oír el canto de los pájaros al amanecer.

Asentí, aunque no había caído hasta entonces.

- ¿Qué hora es?-pregunté, con una voz todavía algo somnolienta-.
- Imagino que rondaremos las siete, ya que estamos en verano y acaba de amanecer. 
- Iré despertando a los chicos entonces, cuanto menos nos entretengamos mejor-dije-.
- Muy bien, iré a ver que puedo conseguirnos de desayuno.

Primero fui a despertar a Justin, quien al parecer seguía en una épica lucha contra El Que No Debe Ser Nombrado, o alguno de sus secuaces, pues cuando lo zarandeé para despertarlo...

- ¡¡¡Expelliarmus!!!

Esquivé una manotada por milímetros.

- Tranquilízate, Harry. Los mortífagos se fueron hace rato.
- Yo sólo...
- Levántate ya, que tenemos que desayunar. Pronto partiremos a Nueva York.
- De acuerdo.

Justin me obedeció, y fui a despertar a Richard.

Aunque supuse que ya estaría despierto, porque conforme me acercaba pude ver en su rostro una sonrisilla.

- ¿Por curiosidad, cuánto tiempo llevas despierto? -le pregunté-.
- El que tú quieras, mi perfecta y bellísima dama-dijo, con un clarísimo tono de burla-.
- Calla y levántate, Milla nos está preparando el desayuno.
- Vaya, qué detalle.

Así que los cuatro nos sentamos a desayunar una especie de rosquillas y lo que parecía zumo de naranja.

- La verdad es que siempre he tenido ganas de ir a Nueva York-dijo Justin-. De hecho, antes de todo esto mis padres y yo...
- ¡¡¡¡¡¡¡Al suelo!!!!!!!-grité-.

Instantes después de que viera un reflejo distante, una ráfaga de balas pasó rozando a Justin, quien se agachó justo a tiempo.

- ¡No fastidies!-dijo Richard-. ¿Otra vez tus amiguitos?
- ¿Los soldados azules?-dijo Justin-. Ya tenía yo ganas de conocerlos.
- ¡Chicos! ¿Queréis centraros? Milla, ¿hay alguna salida...?

Un sonoro estruendo se escuchó a pocos metros por encima de nosotros,e instantes después vimos el helicóptero con el que Milla nos había rescatado hacía sólo unas horas caer a la calle, destrozado y envuelto en llamas. Pudimos oír la explosión que hizo al estrellarse contra la calle.

- No, ya no.



                    

- Genial-dijo Justin-. No hay problema. Entonces dejamos que nos maten y ya está.

De pronto, una idea cruzó por mi mente. Una bastante alocada, pero idea al menos.

- Esperad un momento-dije yo-.
- ¿Qué?-me dijo Justin-. ¿Es que tienes alguna idea?
- Más o menos. Escuchad-dije, extrañada de que se me hubiera ocurrido a mí y no a Richard-. Una compañera mía de instituto estuvo aquí en agosto del año pasado, y me contó que a finales de mes vio una exposición con toda clase de aeronaves.
- ¿Aeronaves?-dijo Justin-. ¿Dentro de una minúscula torre como esta?
- No todos están hechos a tamaño real-le dije-. La exposición duraría unos nueve meses, y teniendo en cuenta que no tuvieron mucho tiempo para quitarla antes de la llegada del virus...
- ...aún sigue expuesta-añadió Richard-. Lo cual quiere decir...
- ...que podemos huir planeando con uno de esos aviones-terminó Milla-.
- ¿Qué? ¿En serio? ¿Y cómo se supone que vamos a hacer eso?-preguntó Justin-.
- Ahora verás-le dijo Richard-.

Nos desplazamos rápidamente por detrás de los mostradores, mientras nuestro enemigo seguía disparando, en un ataque similar al de Los Ángeles. Al fin llegamos a las escaleras, y empezamos a subirlas.

En los pisos inferiores se oían gritos, golpes y pisadas. Y, posteriormente, una explosión. Habían entrado en la torre.

- Es en el último piso-dije-. ¡Vamos, deprisa!
- Sigo pensando que esto no es una buena idea-volvió a decir Justin. Tal vez deberíamos...
- Justin-dijo Richard, soy superdotado y confirmo que la física nos sacará de esta, créeme. A estas alturas un avión de exposición de mediano tamaño más nosotros tiene bastantes probabilidades de ser llevado por las corrientes de aire... Al menos temporalmente, luego ya veremos.

Justin puso una cara parecida a la mía después de ver la "adaptación" que había hecho Chris Columbus de uno de mis libros favoritos, "Percy Jackson y el ladrón del rayo". Fue una noche horrible.

Pero pronto comprendió que no había ninguna otra escapatoria, y se sumó al plan.

Tan pronto como llegamos al piso de la exposición empezamos a buscar un avión como el que Richard nos había dicho.

- ¿Y este?-dijo Milla-. Parece resistente.
- No-dijo Richard-. Está bien, pero nuestras posibilidades de éxito aumentarían con uno como...-se quedó pensativo unos instantes, para luego terminar la frase señalando un avión que acababa de ver-este.

Parecía de la armada canadiense, según decía en el panel informativo de tiempos de la segunda guerra mundial.

- Empujemos el avión, no debe de pesar mucho-dijo Richard-.
- ¡Arriba!-se oían voces a pocos metros por debajo de nosotros-. ¡No dejéis que se escapen!

Los cuatro empujamos con todas nuestras fuerzas, hasta que, con algún que otro esfuerzo sobrehumano y alguna ventosidad bien disimulada, conseguimos dejarlo casi tocando la pared de cristal que nos separaba del exterior.

- ¿De verdad creéis que lo lograremos?-preguntó Milla-.
- Sólo hay una manera de averiguarlo-dijo Richard-. Subid al avión. Yo romperé el cristal, empujaré el avión y subiré en él una vez en movimiento.

Primero se subió Milla, y luego Justin.

- No, yo lo haré-dije, mientras buscaba algo en la habitación que sirviera para romper la pared de cristal-. Para una vez que se me ocurre a mí la idea, ¿quieres robarme el protagonismo?

Richard se cargó de un patadón parte del ala de un avión más pequeño, próximo a nosotros, y me lo dio.

- No, supongo que no. Pero Zoey...

En aquel momento, se oyeron golpes en la puerta por la que habíamos entrado a la exposición, y un grupo de unos cuatro soldados la derribó y nos vio. 

- ¡¡Allí está!!-dijo uno de ellos, que parecía el jefe-. Disparad, pero tened cuidado con la chica. El jefe la quiere con vida. 
- ¡Salta!-grité, mientras le pegaba al cristal con todas mis fuerzas y saltaba yo también-.
- ¡Rápido, disparad!¡Que no se escap...!

Y atravesamos el cristal, cayendo al vacío y esquivando balas por décimas de segundo.

Los primeros instantes, sentí como si me encontrara en una de esas atracciones de caída libre, pero con una notable diferencia: en nuestro caso, nada impediría que nos estampáramos contra el suelo en cuestión de segundos.

- ¿Y ahora qué?-gritó Justin-. ¿Agitamos las alas y rezamos para que planee suavemente hasta el suelo?
- Sí, si eres creyente-dijo Richard-. Si no, basta con lo primero. Tú y Milla, agarrad el ala derecha y levantadla un poco hacia vosotros. Zoey, ayúdame a hacer lo mismo con el ala izquierda.

Nos acercábamos al suelo, un suelo infestado de muertos vivientes contra el que estábamos a punto de chocarnos. Tirábamos de las alas con todas nuestras fuerzas, pero estaban muy bien fijadas.

Tan sólo faltaban un par de segundos para estrellarnos contra el suelo, cuando de pronto...

- ¡¡¡¡Yujuuuuu!!!!¡¡¡¡Funciona!!!!-gritó Richard-. ¡¡¡Funcio...!
- Richard, siento interrumpirte, pero...creo que tenemos compañía-le dijo Milla-. 

Y era cierto. Aquellos soldados que nos habían disparado en la torre nos seguían, y lo más curioso es que lo hacían volando, tal cual, con una especie de propulsor adosado al cuerpo. Y cada vez se acercaban más.

- ¡¡Allí!!-le dije a Richard-. Por la zona del puerto, tal vez podamos despistarlos.
- ¿Y cómo piensas hacerlo, Zoey?-me dijo Richard-. Esos tíos no nos perderán de vista así como así.

Richard tenía razón, en unos dos minutos nuestro avión de juguete llegaría al suelo, pero aquellos soldados... Nos alcanzarían en mucho menos que eso.

"Si pudiera despistarlos de alguna forma..."-pensaba para mí-. Sabía por el jefe de nuestros perseguidores que me querían viva y, por tanto, que no dispararían hasta que estuviesen seguros de poder hacerlo sin arriesgarse a matarme a mí también.

De pronto, algo en la lejanía, a pocas docenas de metros del embarcadero del puerto llamó mi atención.

Una gasolinera, aunque esta era para barcos y se encontraba en medio del agua.



                          

Era arriesgado, pero se me ocurrió pensar que tal vez pudiéramos pasar por encima de la gasolinera, tal vez los soldados que nos perseguían estuvieran lo suficientemente cerca, tal vez quedara algo de combustible...

- Ni de coña, Zoey-me dijo Richard en cuanto se lo dije-. No dejaré que lo hagas, ¡es una locura!
- No más que todo lo que hemos hecho en estas últimas dos semanas, Richard.- Aunque era difícil en aquella situación, le miré a los ojos y le dije- En unos pocos segundos nos alcanzarán, y en cuanto lo hagan os matarán, y a saber qué querrán de mí. No voy a permitir que os ocurra nada.

Miré al agua, a sólo unos metros por debajo de nosotros, y le dije a Richard:

- Recuerda, me quieren a mí, pero vosotros les dais igual, así que, en el momento en el que yo salte, seguro que os dispararán.
- ¿Y cómo sabes que no irán a por ti primero?-preguntó Milla-.
- Porque son demasiado "profesionales" como para dejarse cabos sueltos. No irán a por mí hasta que sepan que no queda nadie que pueda ayudarme. Entonces, Richard... 
- Les confundo para que disparen a la gasolinera en vez de a nosotros. Lo sé.
- Richard,por si algo sale mal, quiero que sepas que... 

Y me besó. La verdad es que no me lo esperaba, pero me gustó. Sonreí.

- Lo siento,yo,la adrenalina...

Le devolví el beso, y me lancé al agua cuando estábamos a punto de sobrevolar la gasolinera.

Por encima de mí, oí como los soldados, efectivamente, disparaban apuntando a nuestro querido avión.

Yo no lo vi, pero Richard me contó más tarde que el plan salió a la perfección.

Resultó que la gasolinera sí que tenía combustible, y que los soldados fueron tan idiotas como para caer en la trampa.

La explosión fue tan grande que incluso a mí, que estaba sumergida a docenas de metros de allí, me pareció una barbaridad.

Cuando salí a la superficie, me encontré con los restos de la explosión, a uno de los cuales tuve que agarrarme por el agotamiento.

Preocupada, pensé que el avión no habría tenido tiempo de alejarse y que la explosión los habría consumido también a ellos.

- ¿¡Richard!?-grité, angustiada-.

Pero, para mi completa alegría, oí la voz de Richard segundos después.

- ¡Zoey!¡Aquí!

Seguí su voz, hasta que me encontré con los tres.

- ¡Ha sido increíble, Zoey!-decía Justin-. El avión caía,esos tíos nos disparaban,entonces la gasolinera ha explotado y nos hemos salvado de milagro, saltando casi en el último segundo. ¡En serio, ha sido una pasada!

Milla sonrió, y Richard hizo lo mismo.

Richard y yo nos miramos, sonriendo, y volvimos a besarnos. Aunque esta vez con más calma.

- Me parece que deberíamos nadar hacia la orilla-dije-. Algo me dice que nuestros perseguidores no se conformarán con mandar a cuatro soldados a por nosotros. Y además, si queremos evitarlos deberíamos alejarnos del lugar de la explosión.

Evidentemente, nadie lo discutió y nadamos hasta la orilla más cercana, próxima al Stanley Park.

- Preguntaría que adónde vamos ahora-dijo Justin-. Pero creo que está bastante claro.
- Hay un aeródromo a las afueras de la ciudad-añadió Milla-. Podría pilotar alguna avioneta, aunque esta vez de verdad. Llegaríamos en dos o tres días.
- ¿Nueva York, entonces?-preguntó Richard, como dirigiéndose a mí.
- Nueva York-afirmé.

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