Capítulo 8


- Tú vigila-le dijo Zoey a Richard-. Yo me encargaré de poner la gasolina.
- De acuerdo.

Ambos bajaron del coche, y Richard comenzó a caminar por los alrededores, para asegurarse de que no había ningún muerto viviente. Llevaban demasiado tiempo sin ver ninguno.

- Todo despejado, Zoey.

En aquel momento, los cristales de la tienda de la gasolinera se hicieron añicos por un balazo.


- ¡¡Zoey!!¡¡Escóndete!

No hizo falta que se lo repitiera, pues ésta se apostó detrás del coche en cuestión de segundos.

- ¡Seas quien seas, sería mejor buscar una forma de arreglar esto que no fuese a tiros!
- ¿Y eso por qué?-sonó una voz.

Lo extraño era que sonaba a una voz más bien de niño.

- ¡Porque estamos en una gasolinera, imbécil! ¡Por eso! ¡Y a no ser que tengas una perfecta puntería acabaremos todos volando por los aires!
- ¡No saldré hasta que no tiréis las armas!
- ¡Está bien, lo haré!
- Richard, ¿estás loco?

Richard ignoró a Zoey.

- ¡Ya está! ¿Lo ves? Ahora dinos quién eres, por favor.
- Me llamo Justin, Justin Cardman.
- ¿Y de dónde vienes, Justin?
- De Chicago. Me vine con mi familia desde allí, escapando de la infección, pero a mitad camino unos asaltantes muy parecidos a vosotros los mataron y se llevaron todo lo que teníamos. Sólo yo sobreviví.
- Pues como nosotros-dijo Richard-. Yo perdí a mi mejor y único amigo ante la infección, y la chica que hay detrás de aquel coche-dijo señalándolo perdió a sus padres y a su hermano.
- Vaya, lo siento.
- Escucha, Justin. No tienes por qué fiarte de nosotros, lo sé. La desconfianza puede resultar útil en ocasiones, y tienes el perfecto derecho a que nos vayamos de aquí y te dejemos en paz.

Richard se dio la vuelta.

- ¿Y la otra opción? -dijo el niño. Richard se giró-. ¿Cuál es la otra opción?

Richard vio que el niño salía de donde estaba escondido. Apenas tendría unos doce años. Era pelirrojo y de ojos marrones, y en su mirada se veía una mezcla de inseguridad y miedo.

- Venir con nosotros. Nos dirigimos a una especie de isla, libre de infección.
- ¿Y dónde está esa isla?
- Podrías...-dijo Zoey, saliendo de detrás del coche con las manos en alto-. Podrías ayudarnos a encontrarla si te apuntas.
- ¿Y cómo sé que decís la verdad?
- ¿Qué otra cosa crees que podríamos estar haciendo dos personas como nosotros en medio de ninguna parte, Justin?-preguntó Richard-.
- También es verdad. No tenéis pinta de malas personas. Está bien, iré con vosotros, pero con una condición.
- ¿En serio? ¿Y qué condición es esa?-pregunto Zoey, interesada-.
- Yo voy en el asiento del copiloto.
- ¿Qué?-dijo Richard-. Eso no, no podemos...

Otra vez aquella cara de cachorrito abandonado de Zoey.

- Está bien, pero no seas pesado y pórtate bien.
- Por favor, tengo doce años. No cuatro. Sé comportarme.
- Muy bien-dijo Zoey-. Entonces, Richard sube detrás. Justin, al asiento del copiloto. Yo conduciré.
- A la orden, My lady.

Una pequeña risilla se le escapó a Justin.

- ¿Y adónde vamos, entonces?-preguntó-.
- En cuanto llenemos el depósito de gasolina y cojamos algo de provisiones, pondremos rumbo a Vancouver-dijo Zoey-.
- ¿Vancouver? Pero eso está en Canadá, ¿no?
- Chico culto-dijo Richard-. 
- Sí, lo está, Justin. Seguiremos unas señales de radio que oímos hace un par de días, en dirección a allí.
- ¿Y puedo preguntarte algo más?
- ¿Qué?
- ¿Cuánto falta?
Lunes, 1 de agosto de 2011

Querido diario,

Soy Richard otra vez. Por fin hemos conseguido llegar a Vancouver.

Son las once y media de la noche, aproximadamente. Estamos guarecidos en la "Harbour Centre Tower",cerca como su nombre indica del puerto, y en compañía de una nueva incorporación a nuestro pequeño (aunque cada vez menos) grupo de supervivientes.Y no diré su nombre hasta más tarde, más que nada para mantener la intriga y eso. Siento no haber escrito ayer, pero es que nos costó algo más de lo que pensábamos cruzar la frontera con Canadá.

El sábado llegamos a Twin Falls, tal y como teníamos previsto. Dormimos en una especie de albergue en medio de la nada. Comimos un poco y logramos que Justin, el crío al que "adoptamos" el día anterior, se durmiera.

- Y dime-dijo Zoey-. ¿Qué planes hay para mañana? ¿Crees que podríamos llegar ya a Vancouver?
- Podríamos, pero lo haríamos de noche o demasiado tarde como para averiguar la procedencia de esas extrañas señales que escuchaste. ¿Por cierto, no las has vuelto a oír?
- No, no desde que dejamos Los Ángeles.
- Bueno, pero aun así sigue siendo nuestra mejor opción.
- Coincido contigo. ¿Y sobre qué hora del lunes crees que podríamos llegar allí?
- Supongo que sobre las doce del mediodía, teniendo en cuenta el tráfico y tal.

Zoey sonrió, y yo también lo hice. Y es que en situaciones como la nuestra aprendes a reírte de cualquier cosa.

La miré a los ojos. Esos preciosos ojos de color marrón y mirada penetrante. La quería, pero hasta entonces no me había fijado en lo guapa que era. Quiero decir, en todos los sentidos. Y su sonrisa... 

- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?-me preguntó, sonriendo-.
- No, no, qué va, yo sólo...-respondí, cortado-. Yo sólo... admiraba la perfección de tus facciones-improvisé-.
- Ehm,vaya... Gracias..., supongo-dijo, sorprendida aunque agradecida-.

Tras aquello, establecimos los turnos de vigilancia (yo de una a cuatro, y Zoey de cuatro a ocho).

Al día siguiente,es decir ayer, domingo 31 de julio, Zoey nos despertó a Justin y a mí sobre las ocho y continuamos el viaje.

La verdad es que el camino no se hizo excesivamente largo. Quiero decir, para haber recorrido cientos de kilómetros sin apenas parar (exceptuando aquella vez que Justin nos obligó a hacerlo en medio del desierto, debido en gran parte a sus necesidades fisiológicas).

Estamos en verano, y hemos atravesado distancias enormes totalmente desérticas bajo un sol de unos 45 grados, y hace días que no teníamos agua corriente donde paramos para lavarnos o ducharnos, así que empezábamos a desprender cierto olor harto desagradable...

Pero aquello no fue nada comparado con la fatídica intervención de Justin.

- ¿Sois novios?

Ambos nos quedamos de piedra. Zoey, que era la que conducía entonces, miró a otro lado, y yo simulé hacer lo mismo.

- O sea, que sí-dijo, convencido-.

Tras aquello, la jornada del 31 de julio transcurrió sin más incidentes.Al menos hasta que llegamos a aquel pueblo, a unos cuatrocientos kilómetros de Vancouver.

- Dios mío-dijo Zoey-.

Por aquel entonces yo iba conduciendo y pronto reparé en aquello.

- Justin, ni se te ocurra mirar.
- ¿Qué? ¿Por qué? Ni que tuviera cinco años, no creo que sea nada para...

Dejó de hablar en cuanto vio lo que instantes antes nos había llamado la atención a Zoey y a mí.
Docenas, sino cientos de cadáveres yacían tirados por las calles.

- Joder..., necesito... Por favor, parad un momento. Tengo que...

Paré el coche.Justin salió corriendo y vomitó en el arcén.

- No son zombis-dije, tras unos segundos de extrema concentración-. Casi todos ellos son humanos, lo cual quiere decir que ni siquiera estaban infectados cuando los mataron.
- Richard, dime cómo...-decía, con voz entrecortada y con pintas de estar a punto de romper a llorar-. Dime cómo alguien ha sido capaz de semejante barbaridad.
- Zoey, siempre ha habido gente mala en el mundo. Y, en situaciones tan extremas como la que el mundo empezó a vivir hace unos meses, esa gente se aprovecha todavía más de las buenas personas.
- Ya, pero yo...-de pronto, Zoey se dio cuenta de que estaba pisando una especie de peluche, un conejo rosa. Lo cogió, y tras mirarlo durante unos instantes dijo, al tiempo que se resbalaban algunas lágrimas por sus mejillas y girándose hacia mí_ Richard, prométeme que saldremos de esta. Que llegaremos a Vancouver sanos y salvos Justin, tú y yo, que viviremos en esa ciudad de supervivientes felices para siempre y jamás tendremos que volver a preocuparnos por nada que tenga que ver con zombis.
- Te lo prometo, Zoey-dije, acercándome a ella y levantándole la barbilla suavemente, para que me mirara a los ojos-. Y créeme, yo siempre cumplo mis promesas.

Zoey sonrió, y ambos acercamos nuestras caras.

- ¡Ya está! -se oyó a Justin-.¡Podemos irnos!
- Será mejor que lo dejemos, ehm... Ya sabes, para otro momento...-dijo Zoey-.
- Sí, claro, ya... ya lo intentaremos en otra ocasión.
- ¡Eh, chicos! ¡Vamos, que yo todavía no tengo edad de conducir! Lo haría de todas formas, pero es que si nos paran...

Me alegró ver que Justin también tenía su sentido del humor. Algo imprescindible si quieres formar parte de nuestro grupo de supervivientes.

- Hay un hostal, a unos ciento cincuenta kilómetros de aquí, según el mapa. ¿Te parece que paremos allí y descansemos un poco?-le dije a Zoey-. Y mañana al mediodía llegaremos a Vancouver.
- Claro,me parece una genial idea.

Así que los tres subimos de nuevo al coche y pasamos de largo aquel pueblo de pesadilla. Cada vez más cerca de nuestro destino.
Lunes, 1 de agosto (segunda parte)

Llegamos al hostal sobre las cinco de la tarde. Registramos el lugar y nos establecimos allí. Jugamos un par de partidas al Monopoly, y nos dispusimos a cenar.

- ¿Sabéis?-nos decía Justin-. Esto de ser un superviviente no está tan mal. Puedes hacer lo que quieras y coger lo que te apetezca, gratis. Y lo mejor de todo: no hay exámenes.
- Pues menudos profesores tenías si prefieres un apocalipsis zombi a uno de sus exámenes-dijo Zoey-.
- Si tú supieras...

Justin, como el día anterior, se cansó pronto y se durmió sobre las once.

- Es curioso-empezó a decir Zoey-. Hace apenas unos tres meses, mis mayores preocupaciones eran con quién iría al baile, si alcanzaría la nota suficiente para que alguna universidad me aceptase, y si tendría o no trabajo al acabar. Y ahora, todo eso no vale para nada.
- Zoey...
- No te das cuenta de lo que es realmente importante en tu vida hasta que te quedas sin ello, y la cantidad de banalidades por las que me preocupaba...
- Es humano.
- ¿El qué?
- Preocuparse, es humano. Nuestro cerebro necesita un motivo por el que estar alerta y funcionar. Y si no los hay, los inventa, o se conforma con cualquier cosa. 
- Supongo que tienes razón-admitió, cabizbaja-.
- Tal vez no pueda ayudarte en lo de las notas o la universidad, pero hay algo...-dije, mientras me levantaba-. Señorita Zoey...
- Pierson, Zoey Pierson. ¿Pero adónde quieres ir a parar?
- Señorita Zoey Pierson-dije, al tiempo que me inclinaba, haciendo una especie de reverencia-. ¿Querría concederme este baile?

La mirada que vi en el rostro de Zoey fue similar, durante un par de instantes, a la que puso cuando huíamos del "Némesis" de la cocina del hotel y descubrí que había olvidado poner el móvil en silencio. Cosas que pasan.

Pero después,para mi sorpresa...

- Encantada, señor Richards. Pero sólo un baile.
- Hecho.

Había visto algunos vídeos de bailes en youtube, pero al parecer no los suficientes ya que...

- ¡¡Auu!!¡Me has pisado!
- Lo siento, es que no soy tan experto en baile como tú.
- No soy una experta, pero al menos sé más que tú. Tienes que procurar seguir mis pasos. Verás, uno, dos, tres...

La había cogido por la cintura, y nos encontrábamos bailando una especie de vals, aunque algo cutre.

- ¿Y si te elevo en el aire?-pregunté,retóricamente-.
- ¿Qué? No...

Pero lo hice. Agarré su cintura con las dos manos y la levanté todo lo que pude. Mi intención era dar una vuelta completa y volver a dejarla en el suelo cual grácil cisne, pero la fuerza de la gravedad hizo de las suyas y un tropiezo mío provocó que los dos cayéramos al suelo,riendo.

- ¡Idiota!-dijo, riéndose-. No me puedo creer que...

Nos dimos cuenta de que nuestras caras estaban, de nuevo, a sólo unos centímetros de distancia.

- Crees que deberíamos...-dije-.
- Sí-dijo ella-.

Acercamos nuestras caras. Nuestros labios casi se rozaban, cuando de pronto...

- ¿Hay un lugar por aquí donde pueda hacer mis cosas? Ya sabéis, necesidades mayores.
- Gracias por llamar, Justin-dije, mientras me levantaba-. Y por ser tan preciso-Zoey hizo lo mismo-.
- ¡Ah! Ya lo entiendo, he interrumpido algo importante.
- Qué chico más avispado, Richard-dijo Zoey-¿No crees?
- Bueno, es igual, sólo quería...
- Está allí al final, Justin. La primera y única puerta a la izquierda, no tiene pérdida.

Así que Justin fue a encargarse de sus asuntos, y Zoey y yo ocupamos nuestros respectivos puestos. Ella vigilaría hasta las cuatro, y me despertaría a mí entonces para hacer mi ronda. Decidimos que aquello sería lo mejor, ya que bajar la guardia durante un apocalipsis zombi no suele ser buena idea. 

Aún así, me pregunto qué hubiera pasado si nos hubiéramos llegado a besar. Sinceramente, me apetecía mucho. 

Pero quiero, y quería a Zoey. Y si ella prefería ir despacio no me importaba. Tenerla a mi lado era lo más importante, y me bastaba con que me dirigiera una sonrisa de vez en cuando. Lo sé, soy fácil.

Qué le voy a hacer.

Lunes, 1 de agosto (tercera parte)

- ¡Allí!¿Lo ves? La frontera con Canadá está a solo un par de kilómetros-dije, emocionado-.

Y tenía motivos,pues estábamos a punto de conseguirlo.

- ¿Y qué se supone que haremos en cuanto lleguemos?-dijo Justin-.Quiero decir, tendréis un plan, ¿no?
- Buscaremos pistas sobre las señales que escuché-dijo Zoey-sin adentrarnos demasiado en la ciudad. Con un poco de suerte, en unas pocas horas estaremos definitivamente a salvo de cualquier amenaza mutante.

Obviamente, no tuvimos esa suerte. De lo contrario habría sido demasiado fácil, ¿no creéis? 

-Ya está, ahí delante lo tenemos. Giramos, y en un par de cruces...-dije-.
-Oh, no-dijo Zoey, que era la que conducía-.

Y con razón. De un momento a otro, nos vimos rodeados por cientos de zombis.
Pero no eran como en Los Ángeles.

Para empezar, sabían perfectamente que éramos humanos, y empezaron a acercarse al coche a una velocidad bastante alarmante. Zoey aceleró, y atropelló a unos cuantos en dirección a la frontera.Y fue entonces cuando nos dimos cuenta.

Estaba cerrada, pero con un inmenso muro que ni de coña podríamos atravesar con el coche. Y era tarde para buscar otro camino.

Y, para colmo, el coche se detuvo.

- ¡¡¿Qué!!??¡Vuelve a arrancar, maldito cacharro de mier...!

En aquel momento, un zombi rompió una de las ventanas traseras, e intentó morder a Justin. Por suerte, es un crío con reflejos. De un tiro, lo devolvió al asfalto.

- No es por nada-decía-. Pero sería mejor si tuviéramos algún plan secundario, ya sabéis, para salir de esta con vida.
- Yo sí lo tengo-dije-. Pero es un poco complicado.
- ¡Sea lo que sea, dilo ya!-gritó Zoey-.
- Está bien, iremos al edificio más cercano, aquel de atrás-dije, señalando un edificio casi en ruinas donde imaginé, en tiempos atrás, fue usado como puesto de control de la guardia fronteriza-. Subiremos a su azotea y veremos desde allí hay algún modo de pasar el muro.
- Me parece una locura, pero aún así la mejor opción-dijo Zoey-.¿Y cómo lo haremos?
- Iremos corriendo los tres juntos, ¿de acuerdo? Subiremos por la escalerilla de incendios hasta la azotea y buscaremos algún modo de cruzar al otro lado. ¿Alguna pregunta?
- ¿Y si nos arrinconan arriba y no hay modo alguno de cruzar?
- No hay necesidad de ponerse tan negativo, Justin. Tú solo corre y sube al edificio.

Los tres corrimos. El plan era sencillo, siempre y cuando ninguno de los cientos de zombis que nos rodeaban en aquel momento se acercase demasiado.

El problema era que aquellos zombis eran diferentes. No eran tontos, y mucho menos lentos. 

Íbamos corriendo los tres. Zoey primero, abriendo paso con la escopeta de su padre. Justin en medio y yo cubriendo la retaguardia. Un montón de muertos vivientes caían fulminados a nuestro alrededor, pero muchos montones más empezaban a acercarse peligrosamente.

Y llegamos, justo a tiempo. Zoey alcanzó la escalera y la bajó, tras lo cual subió a Justin a ella y lo siguió. De un salto, agarré la escalera y Zoey, con todas sus fuerzas, me agarró la mano y me subió arriba.

- Caray-me dijo, una vez estábamos a salvo, al menos temporalmente-. No te lo tomes a mal, Richard. Pero podrías plantearte adelgazar un poco un día de estos.

Siempre con ese humor tan oportuno. Los tres llegamos finalmente hasta la azotea del edificio. Sorprendente e inesperadamente, alguien o algo (depende de cómo lo veáis) nos esperaba allí.

- No puede ser-dije, impresionado-.

Eran perros, perros mutantes. Y llevaban una cadena rota colgando del collar, lo cual quería decir que alguien los había tenido atados a saber cuánto tiempo y los había soltado. Eso, añadido a su desesperada necesidad de devorar carne humana... En resumen, no eran los típicos cachorritos con los que alguien querría ponerse a jugar.

Y no tenían pinta de estar de buen humor.

Pero para cuando quisimos retroceder era imposible, pues más de esos perros nos cortaron el paso. Debían de ser unos catorce o quince, en total. Y nos tenían acorralados.No nos daría tiempo a disparar más que una o dos veces, antes de que uno de ellos se abalanzara sobre alguno de nosotros y terminara el juego.

- ¿Sabéis?-dijo Justin-. En circunstancias como estas echo de menos uno de mis exámenes de mates.
- ¿Y ahora qué, Richard? ¡Nos tienen acorralados!-dijo Zoey, ignorando a Justin-. Jamás lograremos salir de aquí con vida.
- No lo sé, pero francamente estoy anonadado. Estos bichos parecen sacados también de una de las películas de "Resident Evil". En cualquier caso, no tenemos más que esperar y ver si alguien aparece en el último instante y nos rescata, como en la película-dije, medio en broma medio en serio-.

Zoey y Justin se miraron, llegando a una clara conclusión: estoy como un cencerro.

Los perros mutantes se lanzaron al ataque,pero algo sucedió.

En aquel momento, y como si de una de esas entretenidas aunque físicamente incorrectas películas de acción se tratara, un helicóptero apareció de la nada y ametralló a todos los perros.

Al principio pensaba que después iría a por nosotros, pero en lugar de eso aterrizó a pocos metros. De él salió una figura humana.

Llevaba un traje de las fuerzas aéreas, y la cara tapada con una especie de máscara. Bajó del helicóptero con toda tranquilidad, y anduvo unos pocos pasos con sus botas, también del ejército, hacia nosotros. Ninguno nos atrevíamos a decir nada, al menos hasta que esa figura se quitó la máscara, revelando su rostro y por tanto su identidad.

- ¿¿¿¡¡¡Milla Jovovich!!!???-grité, alucinando en colores-.



                           

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