Capítulo 4


- ¡¡¡¡Richard!!!!-gritó Zoey, mientras corría a abalanzarse contra él-.
- ¡¿Pero qué...?!

Y llegó a tiempo, pero por poco. Un ejército de balas atravesó el espacio donde sólo unos segundos antes se encontraba la cabeza de Richard. Ambos corrieron a ocultarse tras el sofá, huyendo de las balas. Richard alucinaba.

- ¿Pero se puede saber qué narices era eso?
- Richard...
- No me digas que tienes algo que ver.
- Ehm..., yo... Bueno, más o menos. No sé quiénes son, Richard, pero llevan siguiéndome desde que salí de Minnesota. Pensaba que había logrado despistarlos, pero parece ser que no.
- Bueno, dejando a un lado la enorme decepción que tu desconfianza me causa, creo que sería buena idea salir de aquí.
- ¿Y cómo exactamente? Deben de tener todo el edificio rodeado.
- No, todo no. Verás, hace unos días descubrí una especie de pasadizo que va por debajo del edificio, uno de esos que salen en las películas antiguas. Y creo que podríamos llegar sin que nos vieran.
- ¡Genial! ¿Y a qué esperamos, entonces?
- Antes tengo que coger un par de cosas.

Dicho esto, Richard empezó a palpar el sofá, y movió una especie de palanca oculta tras el forro. Al instante, medio sofá se abrió, mostrando una no despreciable colección de armas en su interior.

- Vaya con el superdotado. Me das algo de miedo, ¿sabes?
- Suerte que el sentimiento sea mutuo.Espérame aquí.
- ¿Pero a dónde...?

Richard fue corriendo hacia su bolsa, aquella que en su día había preparado para tener lista en caso de emergencia,a sólo unos metros de allí. Le pareció increíble que consiguiera volver con Zoey, sano y salvo. Por unos instantes se imaginó a sí mismo esquivando las balas en plan "Matrix", con lo que sonrió levemente.

- Muy bien, ya lo tengo todo. Huyamos. Tenemos que darnos prisa, porque puede que...

Se oyó un sonido estridente, como una alarma.

- Mierda. Han conseguido entrar.
- Pues vayamos hacia ese pasadizo. Mejor será que vayas tú delante, para que pueda seguirte. Además..., las damas van primero.
- Ja, ja, muy graciosa. Pero mejor si nos vamos ya.

Richard no tuvo que repetirlo, pues al instante Zoey y él empezaron a correr como nunca lo habían hecho. Instantes después, la habitación entera explotó. Otra vez, se habían librado por los pelos. Menos mal que estaba Zoey para echarle un poco de humor al asunto de vez en cuando.

- Por aquí-dijo Richard, señalando lo que parecía ser un conducto de ventilación-. Atajaremos, y saldremos casi directos al túnel.
- ¿Casi?
- Sí, casi. Lo más probable es que nuestros queridos visitantes hayan encontrado ya la cocina del hotel, y no hay forma de llegar al pasadizo que no sea pasando por allí. ¿Para qué te crees que llevamos tantas armas?
- Yo sólo preguntaba.

Esperaron que la suerte los siguiera acompañando, mientras se internaban en el oscuro conducto que momentos después llevó a ambos a la cocina del hotel. Y, efectivamente, los estaban esperando. Aunque, por los ruidos, pudieron comprobar que no eran personas. Y tampoco zombis. Era algo mucho peor, algo que ni Zoey ni Richard habían visto jamás. Y con un olfato mutantemente fino.



                          


                Zoey y Richard llegaron hasta el final del conducto, pero antes de bajar echaron un vistazo por una rendija en el mismo, y lo que vieron los paralizó.

- Caray, si es Némesis-dijo Richard.
- ¿Quién?-preguntó Zoey.
- Némesis. ¿Es que no has visto Resident Evil alguna vez?-ante la expresión de Zoey, Richard se limitó a decir-. Uno de los tantos experimentos genéticos de la Corporación Umbrella, que le hicieron al pobre Matt Addison. Digamos que no acabó muy bien.
- Y,sólo por curiosidad, ehm... Tratándose de una película, ¿no debería ser, digamos... un personaje ficticio?
- Eso pensaba hasta hace unos minutos. No tengo ni idea de cómo es posible hacer algo así. Pero, sin embargo, ahí abajo lo tenemos. Esperándonos.
- ¿Y cómo se supone que nos libraremos de él?
- No lo sé. Si realmente es tan poderoso como en la película, dudo mucho que podamos vencerlo.
- Vaya, qué ánimos-dijo Zoey, tras lo cual empezó a pensar-. ¿Y si lo esquivamos? Tal vez, si bajamos en el más absoluto silencio y nos acercamos a la puerta sigilosamente, podríamos salir.
- Bueno, mejor eso que quedarse aquí. Hagámoslo.

Dicho esto, ambos se dejaron caer suavemente por el conducto hacia el suelo de la cocina. Por suerte, el mutante no los vió. Ambos se movieron, agachados, con el arma fuertemente sujeta. Era más fácil de lo que parecía, y lo habrían conseguido de no ser por aquel inesperado e inoportuno suceso.

"Para bailar la bamba, para bailar la bamba se necesita una poca de gracia...".

En circunstancias como aquellas, olvidar poner el móvil en silencio puede ser bastante grave. Sobre todo si se supone que tu enemigo no tiene que oirte.
Zoey le echó a Richard una mirada asesina, y el mutante se lanzó contra ellos. Richard pensó rápido, y halló una forma de vencerlo. Díficil, pero no imposible. Si Jill Valentine y Alice lo habían conseguido, ¿por qué él no? Le desanimó pensar que aquello en realidad no era más que ficción hecha realidad.

"Pero la química no es ficción"-pensó para sí, todo orgulloso.

- Zoey, escúchame. Creo que tengo una idea.
- Ah, ¿sí? ¿Mejor que la del móvil?-dijo, mientras ambos esquivaban los disparos-.
- Sí, relativamente mejor. Tú encenderás el gas de todas estas cocinas, y yo mientras lo distraeré. Cuando acabes,salimos corriendo, una pequeña chispita y...¡¡bum!!
- ¿Qué? ¿Estás loco? Te matará.
- Habrá que correr el riesgo. Por favor, enciende las cocinas.
- Está bien, pero quiero que sepas que...

Pero Richard no tuvo tiempo de escuchar el resto de la frase, pues justo en ese momento el supuesto Némesis se les echó encima, disparando balas como una ametralladora.

Richard llamó la atención del mutante,que salió detrás de él, mientras Zoey corría a encender las cocinas, dando comienzo a aquel alocado aunque tal vez efectivo plan que podría ser salvara sus vidas. Al menos a corto plazo.


Así que Richard se lanzó contra el mutante. No tenía ni idea de qué iba a hacer, pero tenía que distraerlo de alguna forma.

- ¡Eh, feo! ¡Sí, te hablo a ti! ¡Ven a por mí, asqueroso mutante!

El tío no se lo pensó dos veces. Se lanzó tras Richard como un trolebús, con todo su arsenal preparado para dispararle. De pronto, Richard llegó a una interesante aunque alarmante conclusión: no tenía nada que hacer con él. La única forma de distraerlo lo suficiente como para que el plan funcionara, sería a merced de sus balas. Y no estaba precisamente por la labor. Por lo menos hasta que se le ocurrió aquello.

El mutante no parecía demasiado inteligente. Más que los zombis, sí, pero una sandía los habría superado también. Richard pensó rápido. Mirando hacia arriba, distinguió uno de esos lamparones que cuelgan en los hoteles de lujo (incluso en las cocinas) en el techo, a pocos metros de allí. Aquella era una bestia de unos dos metros y medio de altura, y un golpe con cualquier otra cosa no le haría ni cosquillas.

Esperando realmente que aquel bicho no fuese muy listo, Richard corrió a guarecerse detrás de unos armarios, esquivando, de nuevo, balas por centímetros. Cuando creyó escuchar los pasos del mutante lo suficientemente cerca, se asomó rápidamente y disparó al cuelgue de la lámpara. Durante unos instantes, no ocurrió nada.

Richard tuvo la sensación de que el mutante lo miró con cara de "¿y ahora qué, listillo?". Pero fue entonces cuando la lámpara se descolgó. Incluso siendo tan aterradoramente enorme, el tío se desplomó bajo ella, partiendo las baldosas del suelo donde cayó. Por muy grande que seas, un lamparazo así deja grogui a cualquiera. Al menos temporalmente.

Dio la sensación de que se iba a levantar, y el mayor deseo de Richard en aquel momento se cumplió.

- ¡Ahora!-gritó Zoey-.

Ambos corrieron hacia la puerta de salida, con aquel bicho ya despertando.

- Una pequeña chispa-dijo Richard, mientras encendía una cerilla-. ¡Y a volar!-dijo, lanzándola.

Por segunda vez en apenas media hora, una gran explosión sacudió el lugar donde Zoey y Richard habían estado tan sólo unos segundos antes, friendo por completo a aquel monstruo.

- Todavía no me puedo creer la coña que hemos tenido. Parece increíble que no nos haya pasado nada aún-decía Zoey, mientras corría-.
- Yo esperaría a decir algo así a que hayamos salido de la ciudad.

Ambos se internaron en el pasadizo,al final del cual les esperaba el aparcamiento. Un poco más, y lo habrían conseguido.


Zoey y Richard llegaron al aparcamiento, pero una vez allí comprobaron que les aguardaba otra sorpresita.

- Oh, vaya-dijo Richard-. Con lo bien que iba todo.

El lugar entero estaba lleno de aquellas criaturas. Sería imposible escapar de allí con vida.

- Debe de haber cientos-dijo Zoey-.
- Unos 1347, en realidad, pero bueno...
- No ayudas, Richard. Tiene que haber algo, alguna forma habrá de...

Pero hubo un pequeño estallido, y en pocos instantes el lugar quedó sumido en la más absoluta oscuridad.

- No es por alarmarte, ni nada de eso-dijo Richard-. Pero nuestra única oportunidad de salir de aquí se ha ido junto con la luz.
- ¿Y no puedes hacer que vuelva? Quiero decir,ya lo hiciste una vez, ¿no?
- Bueno, en realidad redirigí la corriente del generador principal a...
- ¿Puedes hacer algo o no?

Mientras hablaban, los zombis empezaban a darse cuenta de que aquellas figuras en la escalera que bajaba al aparcamiento no eran precisamente carritos de la compra, y comenzaron a andar hacia ellos. Lentamente, pero sin pausa.

- Será mejor que te des prisa,porque sino...-dijo Zoey-.
- ¡Está bien! ¡Está bien!-decía, nervioso-. Tal vez si consigo llegar hasta la sala de máquinas, pueda hacer algo.
- ¿Y dónde está?
- Está en aquella dirección-dijo, señalando a su izquierda- a unos treinta o cuarenta metros como mucho-. Pero no podré hacerlo, hay demasiados...

En aquel momento, Zoey disparó a un zombi a unos diez metros de allí, acertándole de pleno.

- Calla y corre. Yo te cubro-dijo, bien convencida-.

A Richard le gustó aquello. Teniendo a alguien como Zoey defendiéndolo, caerían un millar de zombis antes de que alguno de ellos se acercaran a cualquiera de los dos, aunque tuviera que cargárselos uno a uno y con un meñique. Era una auténtica máquina.

Así que corrieron y corrieron. Zoey disparaba a diestro y siniestro, mientras Richard corría al lado suyo, también disparando, en dirección a la sala de máquinas.

Cuando llegaron allí, Zoey se quedó en la puerta, vigilando que ningún zombi se acercara. Aunque se acercaban, claro. Y cada vez eran más.

- ¡Zoey!-gritaba Richard-. Por si esto sale mal, quiero que sepas que...
- ¡Calla y conecta la luz de una puñetera vez!
- De acuerdo, de acuerdo. Ehm... si coloco este cable enrollado con este otro, y lo cruzo con este dispositivo, puede que...

Al instante, la luz volvió al lugar.

- ¡Uau! Zoey, lo he conseguido. ¿Zoey?

Richard tuvo una terrible sospecha, y salió de la sala temiéndose lo peor.

- ¡Buh!

Y estuvo a punto de pegarle un tiro.

- Zoey, ¿por qué has hecho eso, si se puede saber?
- No lo sé. Será que me gusta verte pasándolo mal.
- Ya bueno, vayámonos.
- Lo que usted mande, capitán.
- Ah, y por cierto, Zoey, respecto a lo de antes, yo...
- Cojamos ese coche de allí. Parece guay.
- Ya, ¿y cómo piensas abrirte paso exactamente?

Zoey disparó al depósito de un coche, que explotó creando toda una hilera de seguidas explosiones, caos y destrucción. Richard comprendió que la respuesta a aquella pregunta era obvia. ¿Cómo abrirse paso entre una jauría de feroces y mortales zombis? A tiros. Como debe ser.


Zoey y Richard fueron hacia el coche. Ella iba a meterse en el asiento del conductor, aunque Richard no lo veía tan claro.

- Un momento, ¿por qué tú?

Zoey lo miró, extrañada.

- ¿Qué?-repitió, sin entender lo que Richard había dicho-.
- Digo que por qué no puedo conducir yo. Tú has hecho todo lo que mola: disparos, explosiones, cubrirme... Además, me saqué el carnet el invierno pasado.
- Hacemos una cosa: ¿qué te parece esto? Yo conduzco el coche, le doy a aquel interruptor para que se abra la puerta del aparcamiento y salimos a toda velocidad de aquí.
- ¿Y qué hago yo?
- Ten. Coge mi escopeta. Cuesta más utilizarla, pero lo tiros suelen ser más certeros.
- ¿Suelen?
- ¿No querías hacer algo que molara? Pues ahí lo tienes. Encárgate de disparar a todo aquel que se acerque, o mejor dicho que apunte, a nuestro coche. ¿Entendido?
- Del todo.
- A por ellos, pues.Y quién sabe, puede que incluso hasta tengas un par de helicópteros de los buenos para ti solito-decía, mientras salía por la rampa del aparcamiento a las desiertas aunque ya no tan oscuras calles (pues estaba amaneciendo) de la ciudad de Los Ángeles-.

Y, en cuanto giraron, allí estaban. Dos gigantescos helicópteros apuntándolos con unas metralletas no menos grandes.

- Esto me pasa por hablar-dijo Zoey, mientras apretaba el acelerador y pegaba un volantazo al mismo tiempo, derrapando y evitando un nuevo ejército de balas, cada una de ellas del tamaño de un puño-.
- Zoey, supongo que a estas alturas ya estará clara la respuesta, pero antes de hacer lo que voy a hacer necesito preguntártelo: ¿confías en mí?
- Miedo me das. Pero sí, confío en ti.
- Muy bien, entonces. Conduce hacia los helicópteros, en zig zag.
- Sí,hombre. Y ya de paso me cargo los helicópteros a puñetazos.
- Te lo he preguntado, y me has dicho que sí.
- Muy bien, muy bien... Pero que conste que no me parece muy buena idea.
- Tú acelera, y no dejes de hacerlo hasta que yo te lo diga. Ah,y agáchate. La cosa se va a poner chunga.

Zoey lo hizo todo. Ya a aquellas alturas, una locura así tampoco era tanto para ella. Estaban a punto de conseguirlo, y no iban a detenerse por un par de helicópteros gigantescos disparándoles con armas mortíferas.

Zoey se agachó y aceleró hacia donde Richard le había dicho. Éste se puso en posición. Mientras, los helicópteros acribillaban el coche y lo dejaban como un queso gruyer, pero áun no alcanzaban a sus ocupantes.

Observando a sus enemigos por el retrovisor derecho, Richard encontró el momento exacto para disparar. Por fin, aquellos malditos adornos festivales que colgaban por las calles servirían de algo. Una sola bala salió de la escopeta de Zoey,la cual fue a dar justo en medio de los adornos. Éstos se desplomaron sobre las aspas de los helicópteros, que perdieron el control y se estrellaron contra las ventanas de un edificio. "Y esto es lo que pasa..."-pensaba Richard para sus adentros,sonriendo- "cuando te metes con Richard Richards".

En realidad, Richard no había tenido más que calcular mentalmente la velocidad inicial de la bala, la longitud horizontal y vertical a la que se hallaban los helicópteros, los adornos, y las distancias entre todos ellos en unos pocos segundos.

Para su enorme decepción, no hubo explosión alguna.

Zoey volvió al asiento y sonrió aliviada, tras lo cual dio media vuelta, hacia la carretera que los llevaría fuera de la ciudad.

- ¿Y qué hacemos ahora?-preguntó Zoey-.
- Es obvio, ¿no?-dije-. Pongamos rumbo a Vancouver.
- ¿En serio?-preguntó Zoey, sonriendo-. Quiero decir, si te apetece ir a otro sitio...
- No, nada de eso. Ahora que mi antiguo hogar se encuentra reducido a cenizas me parece una buena idea cambiar de aires.
- Ya verás cómo mola, una amiga mía estuvo allí hace un par de años y...¡¡¡ahhh!!!

Un zombi trepó por la ventana del conductor, y agarró a Zoey, quien perdió el control del coche. Éste empezó a dar vueltas y vueltas, mientras Zoey gritaba:

- ¡¡Cárgatelo!! ¡¡Vamos, cárgatelo!!
- No, no puedo... No puedo, si no paras de moverte...
- ¡¡Vamos!!

De un disparo, Richard le voló la cabeza a aquel zombi, librando a Zoey por los pelos de una muerte segura. El muerto viviente cayó a la carretera.

- Gracias...-respiró Zoey, de nuevo aliviada-.
- No hay de qué-dijo Richard-. ¿No era justo que tú mataras todos los zombis, verdad? Alguno tenía que matar yo, de lo contrario no habría estado bien.

Zoey miró a Richard y sonrió, a la vez que recuperaba totalmente el control del coche.

- Rumbo a Vancouver-dijeron ambos, casi al unísono, mientras dejaban atrás uno de esos carteles a la salida de la ciudad-.

"Está usted saliendo de Los Ángeles. Buen viaje, y vuelva pronto".

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